Filosofía


 

Generalmente concebimos el arte como algo ajeno a nosotros, a nuestras capacidades, y pensamos que sólo algunas personas especiales son capaces de llevarlo a cabo. A menudo, incluso nos creemos incapaces de comprender el arte actual ya que damos por legítima una especie de superioridad que este tiene con respecto a otras actividades cotidianas como por ejemplo el juego, conversar, dibujar, ver una película, hacer la compra…

 

La voluntad de El juguete interminable, más allá de ser una factoría de juguetes, va dirigida a desvelar el arte que intrínsecamente existe en nuestras vidas desde la poderosa brújula que es el acto del juego.

 

Cuando éramos pequeños no diferenciábamos entre fantasía y realidad, vivíamos inmersos en un mundo simbólico y mágico que nos guiaba de forma sencilla y directa en cada movimiento,   cada suceso de nuestra vida infantil. El juego no era una elección, sino un motor de vida, un impulso de relación con la realidad. A nuestro modo de ver, esto constituye una capacidad fundamental para las personas que posibilita nuestro aprendizaje.

Al hacernos mayores y absorber la cultura, generalmente dejamos de lado la percepción directa del mundo. Debido a las exigencias de la sociedad en la cual nos vemos inmersos, nos vemos abocados a concebir la realidad como un obstáculo para conseguir una determinada finalidad, más que como algo completo en sí mismo. Es decir, empezamos a interpretar y a prever cada vez más lo que pasa o lo que va a pasar. En resumen, a medida que crecemos anteponemos con más frecuencia un significado previo a las cosas, y cada vez con menos frecuencia consideramos el valor de la propia realidad .En cierto modo, nos desconectamos de ella.

 

Por este motivo, y a diferencia de la realidad prefabricada a la que estamos acostumbrados, en la que no se tiene en cuenta el verdadero misterio y reto que entraña cada instante de la  vida y del juego, la propuesta del juguete interminable tiene como primer objetivo  preparar el terreno para la percepción en la que la realidad se explica a sí misma.

 

Para los adultos el juego pertenece al pasado. Permanece almacenado en la memoria, o en el mejor de los casos, el arte parece representar el único elemento que nos permite volver a acceder de alguna manera a ese mundo mágico; la música, el cine, la pintura, escultura…

De este modo, igual que para los mayores el arte es una puerta de entrada a la magia, al juego, para los pequeños, los juguetes son como un puente entre lo simbólico y lo real, la imaginación y la acción, el juego y la vida; son su arte, el arte del niño.

 

En el juguete interminable proponemos, mediante la exploración del arte del niño, seguir o volver a establecer el contacto con ese mundo que igualmente vive en los mayores y en los pequeños. Para ello construimos juguetes e instalaciones de arte con una dimensión favorable para que ese niño interior, independientemente de la edad vital en la que se encuentre, pueda conectar con la fluidez del juego, con el impulso de la relación simbólica de la mente.

Desde diferentes disciplinas, entre ellas el arte-terapia, este puente entre el símbolo y la realidad está siendo explorado y re-establecido cada vez más como canal por el que acceder a esa capacidad de apertura, de aprendizaje, de flexibilización de la mente y las rígidas estructuras que le impone la cultura y que producen un elevado nivel de conflicto psicológico. Desde este punto de vista, igual que el aprender se define como una actividad constante en nuestra vida, el juego también se vuelve una actividad permanente en tanto que existe aprendizaje en cualquiera de las etapas de la vida.

 

Por este motivo, el nombre que presenta este proyecto, “el juguete interminable”, alude a esta permanencia del juego en la vida, un medio para conectar con el niño que somos, que hemos sido y que seguiremos siendo.

 

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En primer lugar proponemos explorar la vía de la imaginación mediante juguetes de concepción escenográfica, que nos trasladen a otra escena, favoreciendo así las relaciones que se produzcan entre los actores de esa película. Igual que en los sueños, donde casi todo es posible, pretendemos transformar el juego, mediante la teatralidad y la evocación, en un verdadero campo de pruebas para la vida y para el desarrollo de nuevas relaciones en el futuro. Pretendemos transformar así lo mágico en una variable real dentro del simulacro de la escena, evitando que se quede arrinconado o fuera del juego como en la mayoría de los juguetes fetiche o juguetes representativos actuales.

 

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En segundo lugar abordamos la forma y proporción de los juguetes también de manera simbólica, esto es, trabajando el diseño, el material, el funcionamiento dinámico, y el color desde una perspectiva escultórica, es decir, las partes dependen del todo y el todo de las partes. Sin esa armonía, los objetos carecen de unidad visual, y sin unidad su potencial simbólico disminuye ya que predomina la incongruencia del objeto frente a su fluidez, lo bloqueado frente a lo dinámico. Esto produciría una merma en la fuerza de atracción hacia la sutileza y la levedad necesarias para acceder a la dimensión flexible y de multiplicidad de posibilidades que es el juego.

Este salto a otra dimensión es un proceso que resulta automático en los niños, es decir, los pequeños no han de volver a ser niños para atravesar la puerta del símbolo. En cambio, nosotros los adultos, al entrar en contacto con la belleza sencilla del juguete o del jugar, experimentamos una emoción parecida a la pérdida a través de la cual nos es más fácil acercamos de nuevo a esa dimensión.

Este hecho desemboca en la necesidad de dar a los juguetes un aspecto inacabado, ya que la falta de referentes en los objetos produce un movimiento en la mente que genera automáticamente la pregunta ¿y esto qué es?. Este es el reto de la hoja en blanco para los artistas y creadores en general. Un terreno fértil más para favorecer que en la observación directa de la realidad aflore el significado por sí mismo.

 

 

 

 

 

 

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En tercer lugar, y como sucesión inevitable de los puntos anteriores, se desprende la pregunta ¿qué consideráis pues como el proceso de aprender? o más esencialmente ¿cuál es para vosotros el sentido de la educación?

Este es el punto central de este proyecto. Sentimos la necesidad fundamental de plantear la educación como auto-educación. Entendemos que no se trata tanto de una transmisión de conocimientos, sino que mediante la experiencia que se adquiere a través del juego, se produce la auto-educación. Es el motor de impulso para descubrir, comprender, tomar conciencia en la relación con otros, y en última instancia, ayuda a comprender lo que es bueno y lo que no lo es para uno mismo.

Nos hemos propuesto llevarlo a cabo de la siguiente forma:

 

 

En los juguetes, mediante la participación del jugador o jugadores en el ensamblado de las piezas que los componen, para obtener el elemento final terminado y funcionando. De esta forma uno cobra conciencia de las partes de aquello que tiene entre manos sin que se quede ningún elemento oculto a sus ojos y manos.

 

 

En las instalaciones de arte, mediante preguntas y reflexiones que proponemos en cada trabajo, y que se relacionan dentro del formato interactivo propio de la escultura con el medio y los factores sociales que nos rodean; aportando así una experiencia interna que amplía el espacio interior de navegación en tanto que uno mismo interactúa con la obra haciéndose indispensable para el significado de la misma.

 

 

En los talleres de escultura, mediante la relación constructiva y comprensiva con el resto de los integrantes y con el trabajo de cada uno. El autoconocimiento a través de lo que uno puede modelar con las manos y de lo que el otro siente y ve en ello.

 

 

Este es un proyecto formado por personas con una motivación común: la educación mediante el hecho artístico, que en su última instancia es el juego, o mejor dicho, el juego interminable.